Tuesday, February 01, 2011

Explicación de mi amor

De golpe no estás –nada más sucedió–
borrachera fetal que tu muerte me deja.
Con esta canción que solloza, olvidada de mí,
rondaré tus maderas.

Quisiera explicarte mi amor, no tu ausencia
o mis culpas; ayer tú vivías.
Si ya no merezco cantar para ti,
yo te pido: No sigas muriendo.

El tiempo pasado, ese suave festín,
donde fuiste una caja escondida,
un clave encerrado en el muro,
una oreja en la sombra, el sigilo de nadie.

Ese tiempo y tú, lo que yo conocí,
lo que quisiste ser, clavicordio y alcohol,
sensitivo y brutal, el pasado y el piano,
acabaron en este silencio.

Si ya no merezco cantar para ti,
yo quisiera explicarte mi amor, aunque es tarde.
Tu tiempo pasó, pero yo me quedé aquí,
tañendo por ti, en tus campanas.

Cuerno de pastor de un remoto país,
piedra lisa que el alba y el cielo tocaron;
soy como tu mar, rodaré eternamente
hacia ti y, desde ti, a lo más hondo.

Mas mientras te busque en las cosas,
en tanto regreses sin que yo te llame o te olvide,
te pido que limpies mi amargo dolor;
por favor, que no sigas muriendo.

Mi padre serás, como fuiste mi padre,
un gameto en la grieta cerrada del tiempo,
voz ronca de un órgano ya enmudecido,
ahí estás, larga caja de pino.

El llanto que nombre tu nombre será
breve y, hombre, tal vez lo sabías;
pero es tanto amor exigiendo mi amor;
por favor, no te sigas muriendo.


Alfredo Zitarrosa.

Tuesday, June 16, 2009

Apología de mujer con sombrero

Yo no vine a tí, viniste tu.
Yo no te esperaba y te besé.
Se supone que debo callar.
Se supone que debo seguir.
Se supone que no debo protestar.

Se supone que eres un regalo
que se me rompió enseguida.
Y ahora, nada, lo de siempre.
Se supone que eres el sombrero de una fiesta
de esos de cartón, para la ocasión.

Oh mujer,
si supieras lo breve que entraba la luz
en el cuarto de un niño en un alto edificio.
Y que era la hora esperada del día,
no me hubieras tocado en el hombro una vez.

Oh mujer,
si supieras lo breve que entraba esa luz
en una casa, que se llamaba la noche.
En una casa en la que no había más puertas,
que las de la razón de aquél niño sin fe.

Ahora se supone y nada más.
Yo también quisiera suponer
que la cobardía no existió,
que es un viejo cuento de dormir.
Pero quedo yo, en medio de mí.

Y en medio de las mismas paredes,
sonriendo a los amigos, yendo allá, desayunando.
Pero quedo yo aquí aplaudiendo una vez más
a los fantasmas, de las tres.

Oh mujer,
no te culpes, la culpa es un juego de azar.
Nadie sabe lo malo que puede ser riendo.
Ni lo cruel que pudiera salir un regalo.
No te asustes del día que va a terminar.
No te asustes de los puentes que caigan al mar.
No te asustes de mi carcajada final.



Silvio Rodriguez.

Saturday, April 11, 2009

Hombre pequeñito

Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
suelta a tu canario que quiere volar.
Yo soy tu canario, hombre pequeñito,
déjame saltar.

Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes,
ni me entenderás.

Tampoco te entiendo,
pero mientras tanto
ábreme la jaula, que quiero escapar;

Hombre pequeñito,
te amé media hora,
no me pidas más.



Alfonsina Storni (1919).

Thursday, September 11, 2008

After such pleasures

Esta noche, buscando tu boca en otra boca,
casi creyéndolo, porque así de ciego es este río
que me tira en mujer y me sumerge entre sus párpados,
qué tristeza nadar al fin hacia la orilla del sopor
sabiendo que el placer es ese esclavo innoble
que acepta las monedas falsas, las circula sonriendo.

Olvidada pureza, cómo quisiera rescatar
ese dolor de Buenos Aires, esa espera sin pausas ni
esperanza.
Solo en mi casa abierta sobre el puerto
otra vez empezar a quererte,
otra vez encontrarte en el café de la mañana
sin que tanta cosa irrenunciable
hubiera sucedido.
Y no tener que acordarme de este olvido que sube
para nada, para borrar del pizarrón tus muñequitos
y no dejarme más que una ventana sin estrellas.

Friday, September 05, 2008

Allanamiento

Hoy anduvo la muerte buscando entre mis libros alguna cosa... Hoy por la tarde anduvo, entre papeles, averiguando cómo he sido, cómo ha sido mi vida, cuánto tiempo perdí, cómo escribía cuando había verduleros que venían de las quintas, cuando tenía dos novias, un lindo jopo, dos pares de zapatos, cuando no había televisión, ese mundo a los pies, violento, imbécil, abrumador, esa novela canallesca escrita por un loco... Hoy anduvo la muerte entre mis libros buscando mi pasado, buscando los veranos del 40, los muchachitos bajo la manguera, las siestas clandestinas, los plátanos del barrio, asesinados, tallados en el alma... Hoy anduvo la muerte revisando mi abono del tranvía, mis amigos, sus nombres, las noches del Café Montevideo, las encomiendas por la Onda con olor a estofado, revisando a mi padre, su Berreta, su Baldomir, revisando a mi madre, su hemiplejia, al Uruguay batllista, a Arístides querido, a mis anarcos queridos bajo bandera, bajo mortaja, bajo vinos y versos interminables... Hoy anduvo la muerte revisando los ruidos del teléfono, distintos bajo los dedos índices, las fotos, el termómetro, los muertos y los vivos, los pálidos fantasmas que me habitan, sus pies y manos múltiples, sus ojos y sus dientes, bajo sospecha de subversión... Y no halló nada... No pudo hallar a Batlle, ni a mi padre, ni a mi madre, ni a Marx, ni a Arístides, ni a Lenin, ni al Príncipe Kropotkin, ni al Uruguay ni a nadie... ni a los muertos Fernández más recientes... A mí tampoco me encontró... Yo había tomado un ómnibus al Cerro e iba sentado al lado de la vida... Pasé frente al Nocturno y la vida había pintado unos carteles... Pregunté en una esquina por la hora, y en la bolsa del hombre que me dijo la hora iba la vida, junto con su almuerzo... Hoy dejaré las puertas y las ventanas de mi casa abiertas... y la noche entrará por todas las ventanas de mi casa, por todas las ventanas de todo el barrio, por todas las ventanas de todos los cuarteles y de todas las cárceles, por todas las ventanas de los hospitales... la noche entrará, cabeceando, saltará para adentro, sombra a sombra a la luz del farol... y se echará en el piso como un perro... y aguardará hasta la madrugada... Hoy... dejaré las puertas y las ventanas de mi casa, abiertas, para siempre...




Allanamiento es una de las nueve partes en las que se divide la obra Guitarra negra de Alfredo Zitarrosa, cantautor uruguayo. Fah, lo que es saber escribir. Recomendada es poco.

Bienvenida a mí.

¿Qué pasa cuando uno se da cuenta de que el único objetivo que tiene al subir una foto al Fotolog, es elegir o escribir el texto que la va a acompañar? Llega el Blog.

Lo curioso con esto fue que, cuando me disponía a registrarme como callatenena en este bonito sitio, maldije al enterarme que ese usuario estaba ocupado. Ocupado, sí, pero de lo que no me había percatado era de que estaba ocupado por mí desde hace dos años. Qué boluda. De ahí a recordar la contraseña...Es que nunca entendí los Blogs, no sé.

En fin, es probable que esto no lo lea nadie (y creo que en el fondo prefiero que ese presupuesto se mantenga) pero dado el caso de que alguien entre aquí alguna vez, por lo menos tiene esto a modo de introducción.